Cuento: La Bella.

 La bella



Escucho a lo lejos el susurro de una canción que me recuerda a nuestro olvidado amor. Escribo este mensaje en una nota que irá dentro de una botella. Mi corazón no recuerda ya esa sensación que parecía eterna como el mar; esa que prometía una historia de amor de verdad. Algo cambió entre los dos; no somos los niños que jugaban a tirarse bolas de nieve en el jardín. Sin quererlo ni pensarlo, se nos fue la ilusión. Lloro de emoción al pensar en aquel baile que disfrutamos a solas en su gran salón; contemplo mi rostro amoratado en el espejo. Él hizo añicos el vestido dorado que me prestó. 

No somos nada: nunca seremos lo que fuimos ayer. Es cierto que al arriesgar puedes ganar, pero ni él ni yo elegimos al caballo ganador. Reflexiono sobre mi decisión final observando su foto y llevándomela al pecho para escuchar su voz. He aprendido mucho sobre cómo no juzgar a los demás antes de llegar a conocer sus corazones. Sin embargo, el sol que nos alumbraba ya no desprende el calor que necesitamos para seguir adelante; se ha apagado y, junto a él, otras estrellas. Es cierto que la belleza está en el interior, en el suyo no hay ni un ápice de dulzura, hermosura o fragilidad floral. 

He borrado toda huella de mi presencia en este castillo. Esta noche abandono a mi Bestia. No me despido de mi captor ni de ninguno de los habitantes que tanto han cuidado el que era mi hogar. Me deshago de sus cadenas por segunda y última vez del mágico lugar en el que me he permitido soñar y que se derrumba sobre mí. Mi padre me espera a lo lejos, lo miro desde mi balcón preparando nuestro carro.

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