Cuento: El Ángel Caído

 El ángel caído


He sido expulsado del Cielo por desobedecer a Dios. Ese Ser empeñado en controlar su creación dice que me he rebelado contra sus mandatos. Me ha quitado lo que más amaba del mundo, la parte más importante de mi cuerpo, lo que me hacía libre: mis alas.

Me ha enviado al Infierno junto a mis hermanos, el resto de ángeles caídos. A mí, al igual que a ellos, nos ha relegado a las tinieblas, nos ha convertido en seres terroríficos a los que adorar solo cuando se trata de hacer el mal.

Se me ha despojado de mi título de “querubín celestial”, no podré nunca más acercarme a Dios o estar en su presencia, y tampoco tendré el poder de jugar con los humanos a mi antojo, serán ellos quienes llamen a mi puerta para desatar la ira del de arriba.

No tengo posibilidad de retorno alguna, ya no existe lugar para mí en ese Paraíso. Según Dios, mis hermanos y yo fuimos creados con bondad, pero fueron ellos (y fui yo) quienes nos hicimos malvados.

Dios nos dio la libertad de elegir entre el mundo del Bien y el mundo del Mal, fuimos creados como espíritus con libre albedrío y ahora, como él dice, hemos rechazado radicalmente su reinado.

Para todos los habitantes de mi antiguo hogar y para el resto de la Humanidad soy otro condenado por elección propia, voluntariamente maligno. Soy un desobediente, un rebelde cuyas ganancias han estado, están y estarán corruptas hasta el fin de los tiempos. Soy un arrogante, un orgulloso que nació pleno de poder para hacer el bien y acabó convirtiéndose en otro hijo más del Infierno.



Ahora soy un demonio independiente, autosuficiente y con una personalidad real. Soy un nuevo hijo de las tinieblas deseoso de desatar una guerra. Critico a mi antiguo jefazo desde la oposición. Vigilo su Gobierno desde mi dormitorio de fuego, rodeado de mujeres que me desean y se apasionan por quien soy actualmente.

Me he enamorado de la pereza, del vicio, de la sodomía, de lo hediondo… Soy hermoso, ¿sabéis? Mi belleza es de las pocas cosas que conservo de mi vida como ángel celestial. Nadie quiere erigirme todavía un altar, pero ya lo harán cuando les demuestre todo lo que soy capaz de hacer. Corromperé todos los pueblos existentes en la Tierra.

Llegará un día en el que quienes más me temen me invocarán y podré así robarles su conocimiento y mantener alimentados mis anhelos. Seré el enemigo nocturno que muchos querrán liberar para obtener la fuerza y la oscuridad suficientes para tratar de derrocar a Dios.

Fui un fiel servidor que cayó en apostasía y lanzado desde el Cielo hasta las profundidades más recónditas. Desde mi actual posición, ejerzo como un defensor del pecado inspirado por todo lo que contradiga a lo divino.

Voy a capturar el alma de todos aquellos que me rechacen como el rey que soy. Lo pervertiré todo, haré que me sirvan con la amenaza de condenar a los que no se atrevan a pronunciar mi nombre. Caminaré por la tierra tentando a los hombres, compraré los esclavos suficientes para subir allí arriba y destruir todo lo que Dios tanto ha intentando cuidar.

 


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